La editorial Lenguaje claro publicó “Estudios regionales sobre las industrias argentinas”, un libro colectivo que busca desentrañar las dinámicas singulares de los procesos industrializadores en las diversas regiones y provincias. La publicación de casi 800 páginas está coordinada por Florencia Rodríguez Vázquez y Marcelo Rougier. Además, tiene un capítulo patagónico y el estudio sobre Río Negro y Neuquén fue escrito por Susana Bandieri y Joaquín Perren. El programa de actualidad científica y tecnológica que se emite por radio Universidad CALF (FM 103.7) «Cómo llegamos hasta acá» conversó con el historiador neuquino, investigador del IPEHCS.
«Uno de los capítulos de este libro dividido en regiones aborda la región de la Patagonia y más específicamente hay un capítulo destinado a Río Negro y Neuquén que coescribí con Susana Bandieri. No podés imaginar lo hermoso que fue volverme a encontrar con Susana, luego de 20 años. Ella fue quien me abrió la puerta de la investigación, me asistió cuando fuí estudiante de Historia y me animó a presentarme a una beca doctoral de Conicet, fue mi directora de beca, mi codirectora de tesis y después, por diferentes razones, los caminos académicos fueron llevandonos por diferentes lugares y este fue un proyecto que nos reunió nuevamente. Quería poner en valor eso: que maestra y discípulo se encontraron para estudiar esto de la industria en las provincias de Neuquén y Río Negro”, dijo Perren.
–¿Cómo fue escribir «a dos manos»?
– Todas las decisiones las tomamos de manera coordinada. Para poder entender en la larga duración el desempeño industrial de las provincias de Neuquén y Río Negro la primera decisión que tuvimos que tomar es la que siempre nos desvela a historiadores e historiadoras: el problema de la periodización, es decir, dónde arrancar y dónde terminar este estudio del sector secundario de las provincias. A diferencia de otras territorialidades nosotros entendíamos que debíamos diseñar una periodización a medida de nuestro objeto de estudio, por eso elegimos dos grandes etapas: una etapa que coincide con la fase territoriana, cuando los territorios de Neuquén y Río Negro dependían de decisiones que eran tomadas a nivel nacional, específicamente en el Ministerio del Interior; y una segunda etapa a partir de 1955 donde nace la estatalidad de las provincias, y desde allí se diseñan políticas económicas en general y políticas industriales en particular. Culminamos esta periodización en 2001, después de ese gran sacudón en términos políticos, sociales y económicos que sufrimos los argentinos.
La segunda decisión, que puede parecer tonta, tiene que ver con la espacialidad; junto al investigador Gonzalo Pérez Alvarez tuvimos que distribuirnos las provincias que conforman la Patagonia y veíamos que Neuquén y Río Negro en tanto región norpatagónica tenía muchos elementos compartidos, había actividades que entendían poco de límites jurisdiccionales. Por ejemplo, la fruticultura, el aprovechamiento de los recursos forestales, la extracción de hidrocarburos. Entonces pensamos que trabajar Neuquén y Río Negro iba a ser una excusa ideal para hacer un estudio comparativo entre ambos territorios, una vía analítica pocas veces exploradas a nivel regional, y también nos iba a dar una excusa para trabajar estas actividades que poco entendían de límite jurisdiccionales.
Lo siguiente que debíamos ver, para que la audiencia y los lectores sepan sobre la cocina de la investigación, fue cuáles serían los insumos que utilizamos para instrumentar esta mirada al pasado: el problema de las fuentes. Y lo que hicimos fue combinar diferentes recursos heurísticos, nos asistimos de la abundante literatura científica enmarcable dentro de la Historia económica tradicional, de fuentes estadísticas, censos de población, censo de territorios nacionales y, más adelante en el tiempo, censos económicos. Y para poder espacializar todo esto que las fuentes nos muestran utilizamos cartografías temáticas en el marco de sistemas de información geográfica, que es hoy uno de los grandes aportes que hace este capítulo a esta obra de alcance nacional.
– Adelantanos algunas algunas conclusiones a las que arribaron en este estudio.
– Tres hipótesis atraviesan de manera oblicua la producción de este libro polifónico. Una primera hipótesis que fuimos demostrando es aquella que tiene que ver con la fuerte correlación que existe entre el desarrollo industrial y la población urbana: allí donde hay población urbana tiende a haber, y esto es una recurrencia a lo largo del siglo XX, un mayor desarrollo industrial.
La segunda tiene que ver con la disposición de la infraestructura: donde hay infraestructura suele haber mayor desarrollo industrial. Por ejemplo, el ferrocarril permite integrar al norte de la Patagonia, la infraestructura hídrica que permite el desarrollo frutícola y acompañando ese desarrollo viene el desarrollo de la agroindustria: los galpones de empaque, las cámaras frigoríficas, la industria maderera que produce los cajones y todo un entramado industrial que acompaña a este desarrollo. Más adelante lo que funciona como intermediario de desarrollo industrial es la extensión de la red caminera y, desde la década del ’70, una política de infraestructura como los parques industriales que permiten diversificar la industria incorporando sectores que hasta allí habían sido sólo una expresión de deseo. Por ejemplo la industria cerámica, la química y la textil. Todos rubros que no aparecían en la primera mitad del siglo XX. Esto vale mucho para la ciudad de Neuquén.
El último punto, el último supuesto que tratamos de saturar a partir de este estudio es el que asocia la intensidad y la evolución de la actividad industrial con la geografía de los bienes comunes de la naturaleza: allí donde hay bienes comunes transformables vemos mayor actividad industrial. Esto nos habla de una industria que se asocia a la distribución de los bienes comunes de la naturaleza. Eso vale para los recursos forestales, pensemos que desde muy temprano tenemos una importante industria maderera en Bariloche, en San Martín de los Andes, en menor medida en Villa La Angostura. Y también para la actividad minera que surge hacia principios de siglo XX, con epicentro en Andacollo. Alrededor de esa actividad hay otra de transformación metalúrgica. Estos tres supuestos atravesaron de manera oblicua nuestra producción.
– Es un libro de Historia económica. ¿Cómo periodizaron el tema?
– Nada mejor que preguntarse cómo llegamos hasta acá en términos industriales. Por eso nos propusimos una visión de largo plazo que arranca entre 1870 y 1880, y llega hasta el año 2001 porque sabemos todos los argentinos que ese año fue clave en nuestra historia económica, política y social. Aquellos que quizás no saben tanto de Historia se preguntarán porqué arrancamos en esos años del siglo XIX y un elemento estructural que veíamos en común para poder darle cierta cohesión al trabajo era justamente la llegada del ferrocarril a distintos zonas y espacios de nuestro país. Justamente el ferrocarril fue un elemento introductor de equipamiento, de innovaciones, de mano de obra. Además, colaboró en crear un mercado para que estos productos regionales pudieran comercializarse en el mercado nacional. A su vez, adentro del libro, cada capítulo sigue una periodización específica, con el objetivo de poder demostrar los distintos momentos, las distintas discusiones y aquellas concreciones en términos industriales.
– Si bien es imposible establecer una historia homogénea de la industria en todas las regiones de Argentina ¿hay datos, elementos o momentos en común que permitan elaborar cierta definición unitaria de cómo se realizó la industrialización en Argentina?
– Tenés períodos como, por ejemplo, durante la década de 1940 a mediados del ’50 donde un Estado grande, fuerte, centralizado, delineó para todo el país cómo industrializar, cuáles son los elementos claves a tener en cuenta al momento de industrializar. Esto se tradujo no sólo en una política económica sino en dependencias estatales, en créditos, etc. Entonces en ese periodo podemos ver cierta homogeneidad. Después, en el desarrollismo también podés encontrar una vocación industrialista en términos tradicionales, impulsando la industria básica o las industrias pesadas para todo el país.
Una aporte de este libro es que no sólo muestra estos procesos sino también que demuestra el desempeño de las agroindustrias que durante casi toda la primera mitad del siglo XX fueron la parte más relevante en términos industriales; durante gran parte del siglo pasado el país se orientó a procesar materias primas para elaborar alimentos y bebidas. Este esquema fue perdiendo peso conforme avanza el tiempo pero estas agroindustrias tenían sus particularidades en distintas partes del país.
– Mencionaste la acción del Estado en los procesos de industrialización y no puedo dejar de pensar en el momento actual y otros momentos de la historia Argentina dónde se pretende asignar a las fuerzas del mercado la capacidad para generar industrias ¿Es posible eso?
– Lo que podemos decir desde la Historia económica, y lo que nos muestran las fuentes y los distintos momentos y coyunturas que se ha vivido es que la colaboración estatal es imprescindible en un proceso de desarrollo industrial porque si uno va a producir cualquier bien y luego lo quiere materializar requiere de caminos, formas de conexión, acceso al agua, de grandes obras que en la mayor parte de nuestra historia siempre las encarga el Estado, primero porque son muy onerosas y hay un recupero de estas grandes obras a largo plazo; entonces la presencia estatal es clave para poder colaborar en estos procesos de desarrollo industrial. Además tengamos en cuenta que en varios momentos de nuestra historia el Estado ha sido lo que se llama Estado empresario, ha asumido la gestión de empresas públicas, por ejemplo, para poder ofrecer a las distintas comunidades respuestas a sus problemas inmediatos que muchas veces no forman parte de los intereses de los empresarios.
Por su parte, Florencia Rodríguez Vázquez es investigadora de Conicet en el INCIHUSA y docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Cuyo y precisó que: “La publicación comienza a partir de una serie de interrogantes que se hace Marcelo Rougier, un especialista en Historia económica industrial, a partir de la observación de que hay derroteros particulares en las distintas regiones del país; entonces hablar de industrias en Jujuy no es lo mismo que pensar un proyecto industrial en Neuquén o en Mendoza. Por eso surge este libro que tiene la particularidad de que reúne investigadores y becarios de casi todas las universidades del país.Por un lado hemos tomado en cuenta algunas divisiones clásicas, por ejemplo Cuyo es una región histórica y política tradicional, pero encontramos que en términos económicos industriales deja de ser una región homogénea y encuentra varias particularidades. Otro caso es la gran región Patagonia que es amplísima y tiene también sus particularidades. Por eso se decidió establecer un criterio que tome en cuenta la Patagonia norte y la Patagonia austral”.